lunes, 5 de abril de 2010

LITERATURA RENACENTISTA


El cuatrimestre pasado realizaron un buen trabajo de la literatura medieval. Ahora continuamos con la literatura renacentista (s. XVI).


El Renacimiento significa volver a lo clásico. Durante todo este siglo se desarrolló un movimiento llamado Humanismo. Este empezó en Italia en el siglo XIV y se fue desarrollando después por Europa y España.


En España en el siglo XVI reinaron Carlos I (Carlos V de Alemania) y Felipe II, cuando España tiene una aparente expansión económica y social, era el imperio donde no se ponía el Sol. Se comienza a estudiar geografía, náutica, etc. Sobre todo en el reinado de Felipe II empieza a funcionar cada vez mas la inquisición, la obsesión de la limpieza de sangre (había que ser cristiano viejo y justificarlo, era una especie de racismo).
Un aspecto muy importante de todo el siglo XVI es la religiosidad. Es la época de la reforma de la iglesia y de la contrarreforma, por lo que termina la iglesia dividiéndose en católica y protestante.
El estilo artístico de la época es renacentista, lo clásico es plateresco y herreriano (hacer en fachadas lo mismo que hacían los plateros en la plata, platos, etc. Por ejemplo la fachada de la Universidad de Salamanca, que podéis ver arriba).

La tarea de hoy nos lleva unos cinco siglos atrás hasta encontrarnos con algunos de los escritores de la época: Garcilaso de la Vega, Fray Luis de León, Santa Teresa de Jesús, Miguel de Cervantes... a los que tendremos la oportunidad de entrevistar y preguntarles por su vida, su obra, la literatura del momento, etc.

Entrevista a Garcilaso de la Vega: Jesús y Giovanni.

Entrevista a Fray Luis de León: Sergio

Entrevista a Santa Teresa de Jesús: Yubisay y Rebeca.

Entrevista al autor anónimo del Lazarillo de Tormes: Leticia.

Entrevista a Miguel Cervantes: Diana y Tania.


Quien no estuviera hoy en clase puede preparar una pequeña exposición en powerpoint sobre alguno de estos temas (que lo confirme en comentarios para que no se solape con otro compañero):

- Comparación entre literatura medieval y literatura renacentista.

- Características de la literatura renacentista española.

- Renacimiento y Humanismo en España.

- Arquitectura, pintura y escultura renacentista.


También hemos corregido la tarea sobre narración y ortografía de la c, z y cc.

Hemos continuado el análisis gramatical de la página 23 de los apuntes de narración y hemos realizado los ejercicios de ortografía de los apuntes de argumentación de: r, rr, s, c, z, x, h (hasta la página 19 s-x).









4 comentarios:

  1. A continuación les hablo del libro El Camino de Perfección de Santa Teresa de Jesús.

    Este libro trata de avisos y consejos que da Teresa de Jesús a las hermanas religiosas e hijas suyas de los monasterios que con el favor de nuestro Señor y de la gloriosa Virgen Madre de Dios, Señora nuestra, ha fundado de la Regla primera de nuestra Señora del Carmen. En especial le dirige a las hermanas del monasterio de San José de Avila, que fue el primero, de donde ella era priora cuando le escribió.

    Aquí les dejo un fragmento de dicho libro:
    “En todo lo que en él dijere, me sujeto a lo que tiene la madre Santa Iglesia Romana, y si alguna cosa fuere contraria a esto, es por no lo entender. Y así, a los letrados que lo han de ver, pido, por amor de nuestro Señor, que muy particularmente lo miren y enmienden si alguna falta en esto hubiere, y otras muchas que tendrá en otras cosas. Si algo hubiere bueno, sea para gloria y honor de Dios y servicio de su sacratísima Madre, Patrona y Señora nuestra, cuyo hábito yo tengo, aunque harto indigna de él.”

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  2. Aquí les traigo un fragmento de la obra de Miguel de Cervantes, “Don Quijote de la Mancha”:

    “En esto descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo, y así como don Quijote los vio, dijo a su escudero.-La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o pocos más desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer; que ésta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra.
    -¿Qué gigantes? -dijo Sancho Panza.
    -Aquellos que allí ves -respondió su amo- de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas.
    -Mire vuestra merced -respondió Sancho- que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino.
    -Bien parece -respondió don Quijote- que no estás cursado en esto de las aventuras: ellos son gigantes; y si tienes miedo, quítate de ahí, y ponte en oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla.
    Y diciendo esto, dio de espuelas a su caballo Rocinante, sin atender a las voces que su escudero Sancho le daba, advirtiéndole que, sin duda alguna, eran molinos de viento, y no gigantes, aquellos que iba a acometer. Pero él iba tan puesto en que eran gigantes, que ni oía las voces de su escudero Sancho, ni echaba de ver, aunque estaba ya bien cerca, lo que eran; antes iba diciendo en voces altas:
    -Non fuyades, cobardes y viles criaturas, que un solo caballero es el que os acomete.
    Levantóse en esto un poco de viento, y las grandes aspas comenzaron a moverse, lo cual visto por don Quijote, dijo: -Pues aunque mováis más brazos que los del gigante Briarco, me lo habéis de pagar.”

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  3. Aquí os pongo un fragmento de una canción de Garcílarso de la vega:

    Si a la región desierta, inhabitable
    por el hervor del sol demasïado
    y sequedad d’aquella arena ardiente,
    o a la que por el hielo congelado
    y rigurosa nieve es intratable,
    del todo inhabitada de la gente,
    por algún accidente
    o caso de fortuna desastrada
    me fuésedes llevada,
    y supiese que allá vuestra dureza
    estaba en su crüeza,
    allá os iria a buscar como perdido,
    hasta morir a vuestros pies tendido





    2.

    Vuestra soberbia y condición esquiva
    acabe ya, pues es tan acabada
    la fuerza de en quien ha d’esecutarse;
    mirá bien qu’el amor se desagrada
    deso, pues quiere qu’el amante viva
    y se convierta adó piense salvarse.
    El tiempo ha de pasarse,
    y de mis males arrepentimiento,
    confusión y tormento
    sé que os ha de quedar, y esto recelo,
    que aunque de mí me duelo,
    como en mí vuestros males son d’otra arte,
    duélenme en más sensible y tierna parte.


    3.

    Assí paso la vida acrecentando
    materia de dolor a mis sentidos,
    como si la que tengo no bastase,
    los cuales para todo están perdidos
    sino para mostrarme a mí cuál ando.
    Pluguiese a Dios que aquesto aprovechase
    para que yo pensase
    un rato en mi remedio, pues os veo
    siempre con un deseo
    de perseguir al triste y al caído:
    yo estoy aquí tendido,
    mostrándoos de mi muerte las señales,
    y vos viviendo sólo de mis males.


    4.

    Si aquella amarillez y los sospiros
    salidos sin licencia de su dueño,
    si aquel hondo silencio no han podido
    un sentimiento grande ni pequeño
    mover en vos que baste a convertiros
    a siquiera saber que soy nacido,
    baste ya haber sufrido
    tanto tiempo, a pesar de lo que basto,
    que a mí mismo contrasto,
    dándome a entender que mi flaqueza
    me tiene en la estrecheza
    en que estoy puesto, y no lo que yo entiendo:
    así que con flaqueza me defiendo.


    5.

    Canción, no has de tener
    comigo ya que ver en malo o en bueno;
    trátame como ajeno,
    que no te faltará de quien lo aprendas.
    Si has miedo que m’ofendas,
    no quieras hacer más por mi derecho
    de lo que hice yo, qu’el mal me he hecho.

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  4. Es un fragmento de tratado primero del Lazarillo de Tormes. Rayco y Leti

    Contaba el mal ciego a todos cuantos allí se allegaban mis desastres, y dábales cuenta una y otra vez, así de la del jarro como de la del racimo, y agora de lo presente. Era la risa de todos tan grande, que toda la gente que por la calle pasaba entraba a ver la fiesta; mas con tanta gracia y donaire contaba el ciego mis hazañas, que, aunque yo estaba tan maltratado y llorando, me parecía que hacía sinjusticia en no reírselas.

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